Pintura y música, música y pintura, como toda expresión artística que trasciende lo meramente racional, tienen la finalidad de conmover, es decir, de perturbar, de alterar nuestra conciencia y trasladarla "efímeramente" a esos profundos abismos que trascienden más allá del yo, procurándonos un placer que no es físico, sino puramente espiritual. Si combinamos ambas artes en un momento puramente contemplativo, parece que el tiempo se detiene, y entonces, sólo entonces, viajamos a nuestro interior, a lo más profundo del alma, donde cualquier juicio de valor es desterrado y todo es sublime conmoción. Entonces, sólo entonces, nos sentimos casi etéreos...
Casi trescientos años separan dos obras magistrales de dos artistas excepcionales. Dos obras que, a pesar de la distancia temporal y estética, tienen un nexo común: el sufrimiento. Pero es un sufrimiento que conmueve, y todo lo que conmueve hasta un grado sublime, es bello, porque nos perturba, nos inquieta, nos lleva a una sincera compasión, y nos hace sentirnos como niños a la deriva en un mar inmenso, sin nada a lo que aferrarnos. Es el vértigo de lo sublime.
Hacia 1435, el artista flamenco Roger van der Weyden, natural de Tournai, pintó su famosa composición "El Descendimiento", cuyo tema se centra en la Pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y muerte de su Hijo. El pintor ha escogido el momento en que José de Arimatea (el personaje ataviado con ricos ropajes), Nicodemo (el venerable anciano de barba blanca) y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús, mientras María cae desmayada en el suelo sostenido por San Juan y una de las santas mujeres. Técnicamente, la escena se enmarca en un espacio sin profundidad, imitando madera dorada a la manera de un retablo, en el que las figuras parecen semejar esculturas policromadas. La riqueza de los materiales pictóricos -véase el purísimo azul de lapislázuli del manto de María- y las enormes dimensiones, con unas figuras casi a escala natural, evidencian una maestría excepcional.
Van der Weyden: El Descendimiento |
El Descendimiento (detalle) |
Concebida, por tanto, con un sentido escultórico muy llamativo, no faltan en los vértices superiores unas imitaciones de pequeña tracería flamígera, donde se ven diminutas ballestas alusivas al gremio que realizó el encargo (la Cofradía de Ballesteros de Lovaina). Se trata de una composición cerrada, en la que las figuras que se encuentran en los extremos (San Juan y María Magdalena) miran hacia el centro y se inclinan, sugiriendo la idea de paréntesis o de una elipse cuyo eje mayor es el horizontal.
El Descendimiento (detalle) |
Pero, sin duda, la atención de toda la escena se centra en las dos figuras de María y Jesús, Madre e Hijo, cuyos cuerpos trazan dos líneas sinuosas paralelas, estando la mano derecha de Cristo casi en contacto con la izquierda de la desmayada Virgen. Las dos figuras comparten así posturas corporales, en una singular expresión que pretende resaltar la Compassio Mariae ante la pérdida de su Hijo.
Toda la escena denota una expresividad contenida pero intensa que conmueve profundamente al espectador, pues cada personaje transmite -a su manera- su propio dolor, en una muestra de piedad individual característica de la corriente de la devotio moderna, que tiene su origen precisamente en los Países Bajos a fines del siglo XIV.
El Descendimiento (detalle) |
Entre 1717 y 1723, Johann Sebastian Bach compuso su "Partita para violín solo nº 2, BWV 1004", en la tonalidad de re menor (habitualmente asociada a la tristeza). Formada por cinco movimientos, el más famoso de ellos es el último, una chacona en re menor, de duración más extensa (aprox. quince minutos) que todo el resto de la partita. Considerada como una de las piezas para violín más virtuosas jamás escritas, la chacona es en sí misma una forma musical de danza festiva de origen español en compás ternario y tiempo lento, cuyo principio básico es el empleo de la variación, generalmente construida sobre un basso ostinato, esto es, la repetición insistente de un tema en el bajo a modo de soporte sobre el cual se superpone la melodía. Bach, con toda su maestría, ha transformado la chacona en un lamento absolutamente conmovedor que probablemente escribió en memoria de su primera esposa María Bárbara Bach, fallecida en 1720. Acerca de esta composición diría Johannes Brahms:
"La chacona BWV 1004 es en mi opinión una de las más maravillosas y misteriosas obras de la historia de la música. Adaptando la técnica a un pequeño instrumento, un hombre describe un completo mundo con los pensamientos más profundos y los sentimientos más poderosos. Si yo pudiese imaginarme a mí mismo escribiendo, o incluso concibiendo tal obra, estoy seguro de que la excitación extrema y la tensión emocional me volverían loco."
J.S. Bach: Chacona en re menor, BWV 1004 (arr. de Busoni)
La Chacona de Bach ha sido transcrita a diferentes instrumentos, constituyendo el arreglo realizado por Ferruccio Busoni para piano, a fines del siglo XIX, el preferido por muchos melómanos. No existen palabras en idioma alguno capaces de traducir los profundos sentimientos que emanan de los acordes musicales de esta excepcional partitura de Bach. Sea en su versión para violín solo o en la pianística, escuchar la Chacona mientras se contempla el cuadro de Van der Weyden constituye una experiencia sensible que va más allá de lo inefable. Es un deleite de pura compasión y belleza en perfecta armonía.