sábado, 19 de julio de 2008

De "Así habló Zaratustra", un libro para todos y para nadie

El filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900) concibió, entre 1883 y 1885, las cuatro partes de Also sprach Zarathustra (”Así habló Zaratustra”), obra enigmática y piedra angular para comprender su filosofía y su pensamiento, y de enorme influencia entre los pensadores del siglo XX. Nietzsche había estudiado filología clásica en Bonn y Leipzig, y, ¡con sólo veinticinco años!, obtuvo la cátedra de lengua y literatura griegas en la Universidad de Basilea y recibió el doctorado por la Universidad de Leipzig, sin examen ni tesis, basándose en sus extraordinarios trabajos sobre las fuentes de Diógenes Laercio.

Es necesario comprender la complejísima mentalidad de Nietzsche para entender su obra. De grandes dotes artísticas y probablemente uno de los mejores escritores alemanes modernos, su estilo, tanto en prosa como en poesía, es apasionado, encendido, y de gran belleza literaria. El conocimiento y el interés por la cultura griega tuvieron un gran papel en su filosofía. Pero el tema central de su pensamiento es el hombre, la vida humana, y todo él está cargado de preocupación histórica y ética. Sufrió una gran influencia de Schopenhauer y de Wagner; y tal vez esto acentuó su significación literaria y artística, y amplió su influencia, que ha sido tan extensa.

¿Quién es Zaratustra?

Nietzsche se sirve de la figura semilegendaria de Zaratustra (o Zoroastro), profeta y fundador del Zoroastrismo en la antigua Persia, como transmisor de sus ideas. Se cree que vivió en el siglo VI a.C. y que los elementos más auténticos de su doctrina están contenidos en los himnos del Avesta. En el mundo griego, esta figura fue conocida sobre todo como filósofo y mago, y se le atribuían extraños milagros y visiones.

El por qué de la elección de tan singular personaje es una cuestión que el propio Nietzsche explica en su obra Ecce Homo: "Zaratustra fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal, la trasposición de la moral a lo metafísico, como fuerza, causa, fin en sí, es obra suya. Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia, también él tiene que ser el primero en reconocerlo…", "…Su doctrina, y sólo ella, considera la veracidad como virtud suprema - esto significa lo contrario de la cobardía del “idealista”, que, frente a la realidad, huye…", "…Decir la verdad y disparar bien con flechas, ésta es la virtud persa. ¿Se me entiende?… La autosuperación de la moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis -en mí- es lo que significa en mi boca el nombre de Zaratustra".

Los cuatro pensamientos clave

Así pues, Zaratustra representa la autosuperación de la moral por la veracidad, y cuatro grandes pensamientos dominan toda la obra formando entre sí un anillo, el anillo del eterno retorno. Estos cuatro pensamientos son: la muerte de Dios, la voluntad de poder, el superhombre, y el eterno retorno de lo idéntico.

Ya en la primera parte del texto, Zaratustra transmite la idea de la muerte de Dios (la frase "Dios ha muerto" es citada por Nietzsche en una obra anterior, La gaya ciencia), y de hecho se extraña al encontrarse con un eremita "que no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto". Si Dios, como fundamento suprasensible y meta de todo lo efectivamente real, ha muerto, si el mundo suprasensible de las ideas ha perdido toda fuerza vinculante, y, sobre todo, toda fuerza capaz de despertar y de construir, entonces ya no queda nada a lo que el hombre pueda atenerse y por lo que pueda guiarse. La fórmula "Dios ha muerto" comprende la constatación de que esa nada se extiende. Nada significa aquí ausencia de mundo suprasensible y vinculante. El nihilismo, "el más inquietante de todos los huéspedes", se encuentra ante la puerta.

La idea de la muerte de Dios entronca con la hostilidad hacia la moral cristiana. Para Nietzsche/Zaratustra la compasión por el débil es el sumo mal. Así, distingue dos tipos de moral: la moral de los señores, que es la de las individualidades poderosas, de superior vitalidad, es la moral de la exigencia y de la afirmación de los impulsos vitales; y la moral de los esclavos, que es la de los débiles y miserables, y está regida por la falta de confianza en la vida, por la valoración de la compasión, de la humildad, de la paciencia, etc. Es una moral, según Nietzsche, de resentidos, que se oponen a todo lo superior y por eso afirman todos los igualitarismos.

Por tanto, Nietzsche/Zaratustra se opone a todas las corrientes igualitarias, humanitarias o democráticas. Es un afirmador de la individualidad poderosa. El bien máximo y supremo es la misma vida, que culmina con la voluntad de poder. El hombre debe superarse, terminar en algo que esté por encima de él, como el hombre está por encima del mono. Así, el hombre es simplemente un estadio, un "puente" hacia el übermensch (hombre superior o superhombre). Este concepto es probablemente sobre el que gira toda la obra, esto es, la idea de que el hombre es "algo que tiene que ser superado" y esa superación, esa afirmación vital y de voluntad de poder es el "superhombre", creador de su propia moral.

El nexo entre la "muerte de Dios" y el "nacimiento del superhombre" es, por tanto, evidente: Dios ha muerto para que el "superhombre"” viva. Así exclama Zaratustra: "¡Mas ahora Dios ha muerto! Vosotros hombres superiores, ese Dios era vuestro máximo peligro. Sólo desde que él yace en la tumba habéis vuelto vosotros a resucitar. Sólo ahora llega el gran mediodía, sólo ahora se convierte el hombre en superior -¡en señor!".

Esta vida que se afirma, que pide siempre ser más, que pide eternidad en el placer, volverá una vez y otra. Nietzsche/Zaratustra utiliza una idea procedente de Heráclito, la del "eterno retorno" de las cosas. Cuando estén realizadas todas las combinaciones posibles de los elementos del mundo, quedará todavía un tiempo indefinido por delante, y entonces volverá a empezar el ciclo, y así indefinidamente. Todo lo que acontece en el mundo se repetirá igualmente una vez y otra. Todo volverá eternamente, y con ello todo lo malo, lo miserable, lo vil. Pero el hombre puede ir transformando el mundo y a sí mismo, mediante una transmutación de todos los valores, y encaminarse al superhombre. De este modo, la afirmación vital, no se limita a aceptar y querer la vida una sola vez, sino infinitas veces.

La antítesis bíblica

El profundo conocimiento de la Biblia por parte de Nietzsche le lleva a idear el Zaratustra como una antítesis del libro de los libros, no sólo en el sentido ideológico y doctrinal, sino incluso en el literario. Son múltiples las paráfrasis, citas, reminiscencias,… de distintos pasajes de la Biblia, que son utilizados por Zaratustra para transmitir sus pensamientos. Todo ello combinado con una infinidad de recursos retóricos exclusivos, en muchos casos, del idioma alemán, que incluyen la creación de nuevos vocablos, pura invención del propio Nietzsche.

Así, por ejemplo, en el Prólogo, Zaratustra dice: "Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo", que parafrasea el Evangelio de San Lucas, 17, 33: "Quien busca conservar su alma la perderá; y quien la perdiere, la conservará"; o, en el capítulo "De la picadura de la víbora", cuando Zaratustra adoctrina a sus discípulos: "¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a otro! Y si os maldicen, no me agrada que queráis bendecir. ¡Es mejor que también vosotros maldigáis un poco", antítesis del Evangelio de San Mateo, 5,44: "Bendecid a quienes os maldicen"; o también, en la segunda parte de la obra, en el capítulo "De grandes acontecimientos": "…se difundió el rumor de que Zaratustra había desaparecido; y cuando se preguntaba a sus amigos, éstos contaban que se había embarcado de noche sin decir a donde iba", se alude a la acción realizada por Jesús de apartarse de sus discípulos y dejarlos solos (Evangelio de San Juan, 6, 15: "Jesús… se retiró otra vez al monte, él solo"), etc.

El mismo Zaratustra se convierte, de esta forma, en un nuevo Jesucristo, que, al contrario que éste, no predica la venida de "El Reino de los Cielos", sino la afirmación del hombre, de lo mundano, lo terrenal, en definitiva, "El Reino de la Tierra".

El Zaratustra según Nietzsche

Para el propio Nietzsche va a significar esta obra un hito fundamental en su extensa producción. En Ecce Homo le dedica uno de sus capítulos y en el prólogo de dicha obra escribe: "Con él (el Zaratustra) he hecho a la humanidad el regalo más grande que hasta ahora ésta ha recibido. Este libro, dotado de una voz que atraviesa milenios…".

Considera Nietzsche al Zaratustra como música, ya que ciertamente una de sus condiciones previas fue un renacimiento en el arte de oír. El concepto de lo "dionisíaco" se volvió aquí para Nietzsche acción suprema, de forma que, según él, todo el resto del obrar humano aparece pobre y condicionado. Antes del Zaratustra no existe, para Nietzsche, ninguna sabiduría, ninguna investigación de las almas, ningún arte de hablar.

Para Nietzsche, el problema psicológico del tipo de Zaratustra consiste en cómo aquel que niega con palabras y con hechos, en un grado inaudito, todo lo afirmado hasta ahora, puede ser, a pesar de ello, la antítesis de un espíritu de negación. Aquél (Zaratustra) que posee la visión más dura, más terrible de la realidad, aquel que ha pensado el pensamiento más abismal, no encuentra en sí, a pesar de todo, ninguna objeción contra el existir y ni siquiera contra el eterno retorno de éste.

El lenguaje que habla el espíritu de Zaratustra cuando habla consigo mismo es, según Nietzsche, el del ditirambo, o sea aquel ligado a la lírica coral en honor al dios Dioniso. De hecho, la tarea llevada a cabo por Zaratustra es dionisíaca, en el sentido de que necesita de una fuerza vital básica e incontrolada que va más allá de la razón, el orden o la belleza típicamente apolíneos (la dualidad Apolo-Dioniso va a ser una constante en la obra de Nietzsche).

En lo relativo a la palabra "superhombre", ésta designa, para Nietzsche, un tipo de óptima constitución, en contraste con los hombres "modernos", con los hombres "buenos", con los cristianos y demás nihilistas, una palabra que, en boca de Zaratustra, el aniquilador de la moral, se convierte en una palabra muy digna de reflexión, y que ha sido entendida casi en todas partes, con total inocencia, en el sentido de aquellos valores cuya antítesis se ha manifestado en la figura de Zaratustra, es decir, ha sido entendida como tipo "idealista" de una especie superior de hombre, mitad "santo", mitad "genio". En realidad, Nietzsche probablemente se refería más a un César Borgia que a un Parsifal…

Nietzsche cuenta entre las virtudes aristocráticas la superación de la compasión. Así, al final del Zaratustra, se describe poéticamente un caso, en el cual un gran grito de socorro llega hasta él cuando la compasión, como un pecado último, quiere asaltarlo y hacerlo infiel a sí mismo. Permanecer aquí dueño de la situación, lograr aquí que la altura de la tarea propia permanezca limpia de los impulsos mucho más bajos y mucho más miopes que actúan en las llamadas acciones desinteresadas, ésta es la prueba, acaso la última prueba, que un Zaratustra tiene que rendir su auténtica demostración de fuerza.

"Un viento fuerte es Zaratustra para todas las hondonadas; y este consejo da a sus enemigos y a todo lo que esputa y escupe: ¡Guardaos de escupir contra el viento!"

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