lunes, 31 de octubre de 2016

Mis composiciones musicales favoritas (y III): El Siglo XX

La música del siglo XX es enormemente variada y compleja, por lo que se hace difícil encorsetarla en estilos o movimientos concretos. Muchos compositores además evolucionaron en su música incluso desde obras dentro de la tonalidad a alejarse hacia la atonalidad y la abstracción más extremas. La influencia del Romanticismo siguió, no obstante, estando presente en numerosas obras y compositores, sobre todo a través de la música de Wagner.

La enorme influencia de Wagner y su capacidad de exprimir hasta los extremos más insospechados los límites de la tonalidad condujo a un estilo epílogo del movimiento romántico tardío conocido como Posromanticismo, cuyos tres compositores más importantes fueron Gustav Mahler, Sergei Rachmaninov y Richard Strauss, y que pueden considerarse como un puente entre el siglo XIX y el XX, entre la música romántica y la plenamente contemporánea, aunque esta última admita muchísimas variantes.

Mahler
Entre los más devotos seguidores wagnerianos se encuentra el compositor bohemio Gustav Mahler (1860-1911), considerado en su tiempo uno de los mejores directores de orquesta y de ópera, y del que, como con tantos otros compositores, sólo el transcurso del tiempo ha permitido valorar su excelente obra, sobre todo la perteneciente al género sinfónico.

La integral de sus larguísimas -superando incluso los baremos brucknerianos- y complejas nueve sinfonías suponen quizás el último hito importante de este género musical desde sus orígenes por parte de Haydn. Los enormes contrastes y variaciones cromáticas -que en ocasiones llegan a la disonancia- en la música sinfónica de Mahler llevaron la tonalidad hasta los límites de lo plausible, marcando una senda que luego influiría de forma decisiva en la obra de Schoenberg, quien acabaría rompiendo con la tonalidad.

Dentro de esta excepcional integral de las nueve sinfonías de Mahler -escribió parte de una Décima que no completó- destacaríamos particularmente:
  • Sinfonía nº 1 en re mayor, "Titán".
  • Sinfonía nº 2 en do menor, "Resurrección". Monumental creación en la que encontramos ya las dimensiones típicamente mahlerianas (¡90 minutos de sinfonía!). Como la novena beethoveniana incluye un exultante movimiento final coral.

  • Mahler: Sinfonía nº 2 en do menor, "Resurrección" (V. Mit Aufschwung, Aber Nicht Eilen)

  • Sinfonía nº 4 en sol mayor. Su último movimiento es un lied para soprano.
  • Sinfonía nº 5 en do sostenido menor. Su popular "Adagietto" del cuarto movimiento, inmortalizado en el cine por la película Muerte en Venecia de Luchino Visconti, es uno de los movimientos lentos más sublimes del repertorio sinfónico de siempre. 

  • Mahler: Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (IV. Adagietto. Sehr langsam)

  • Sinfonía nº 6 en la menor. También denominada "Trágica" por su carácter profundamente pesimista, sobre todo en su parte final.
  • Sinfonía nº 8 en mi bemol mayor. Conocida como la "Sinfonía de los mil" por el enorme número de intérpretes, tanto instrumentales como corales, que intervienen (incluyendo hasta un órgano, un piano, ocho solistas de voz, un coro de niños,...). En realidad puede considerarse casi más un oratorio que una sinfonía y se estructura en dos partes: la primera basada en el himno litúrgico "Veni Creator Spiritus" y la segunda en el final del Fausto de Goethe.

  • Mahler: Sinfonía nº 8 en mi bemol mayor (I. Allegro impetuoso "Veni creator spiritus")

  • Sinfonía nº 9.

R. Strauss
La música programática y, en particular, el género del poema sinfónico, creado por Franz Liszt, fue desarrollado con excepcional maestría por otro gran admirador de Wagner y también brillante director de orquesta, el alemán Richard Strauss (1864-1949). Al igual que Mahler, Strauss se mantuvo dentro de la tonalidad, pero llevó ésta hasta sus máximos límites sonoros. Entre sus poemas sinfónicos más interesantes tenemos:
  • Don Juan, op. 20.
  • Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel, op. 28.
  • Así habló Zaratustra, op. 30. Basado en la obra homónima de Friedrich Nietzsche. Su comienzo, "Amanecer", se hizo enormemente popular por la película 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick.

  • Strauss: Así hablo Zaratustra (I. Einleitung)

  • Una vida de héroe, op. 40. Poema sinfónico de claras reminiscencias wagnerianas.

  • Strauss: Una vida de héroe, op. 40 (VI. La retirada del mundo y la consumación del héroe)

  • Sinfonía alpina, op. 64. Extraordinaria orquestación para narrar las escenas de ascensión a una montaña de los Alpes.

  • Strauss: Sinfonía alpina (XIX. Trueno y tempestad, descenso)

  • Muerte y transfiguración, op. 24. Excepcional recreación de los últimos momentos de un enfermo moribundo y su lucha contra la inevitable muerte física.
  • Metamorfosis. Otra magistral creación para veintitrés instrumentos de cuerda, compuesta a finales de la Segunda Guerra Mundial, que denota la profunda amargura del compositor ante el desolador escenario dejado por la barbarie bélica.

Rachmaninov
El compositor de origen ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943) fue también un pianista excepcional. Sus cuatro conciertos para piano se encuentran entre las obras más famosas para este instrumento, pero también compuso música sinfónica de gran calidad. Sus mejores piezas las compuso antes de su salida de Rusia, de la que emigró tras la Revolución de 1917. A partir de entonces se dedicó fundamentalmente a sus facetas de pianista y director de orquesta. Destacamos de su repertorio pianístico las siguientes composiciones:
  • Concierto para piano y orquesta nº 2 en do menor, op. 18. Una de sus obras más populares. Su segundo movimiento, "Adagio sostenuto", es una de las páginas más deliciosas jamás compuestas para piano y orquesta.

  • Rachmaninov: Concierto para piano y orquesta nº 2 en do menor, op. 18 (II. Adagio sostenuto)

  • Concierto para piano y orquesta nº 3 en re menor, op. 30.
  • Preludio en do sostenido, op. 3 nº 2.
  • Rapsodia sobre un tema de Paganini en la menor, op. 43.
En cuanto al repertorio orquestal, seleccionamos dos obras: el poema sinfónico La isla de los muertos, op. 29 y su Sinfonía nº 2 en mi menor, op. 27.

Rachmaninov: Sinfonía nº 2 en mi menor, op. 27 (IV. Allegro vivace)


Debussy
Así como en pintura se desarrolló desde aproximadamente 1870 el movimiento denominado "impresionista" vinculado a artistas franceses como Manet, Renoir, Pisarro, Monet,..., también entre finales del XIX y principios del XX, tres compositores fueron asociados a dicha tendencia artística. El más impresionista de ellos fue probablemente Claude Debussy (1862-1918), quien, a través de los sonidos, intentó "dibujar" las impresiones que le transmitían ciertas imágenes, tal y como lo habían hecho un Monet o un Renoir en sus paisajes. Debussy juega con armonías ensoñadoras y melodías sensuales que, en su época, causaron estupor. Dos obras destacan en su repertorio:
  • El poema sinfónico Preludio a la siesta de un fauno.
  • La mar. Deliciosa composición sinfónica en tres movimientos que describe de forma evocadora los distintos estados del mar. Sin duda, una de las obras más relevantes del siglo XX.

  • Debussy: La mar (III. Diálogo del viento y el mar)

Ravel
Gran admirador de Debussy, Maurice Ravel (1875-1937) fue un brillante orquestador, como se puede perfectamente deducir de su composición más popular, el famoso Bolero, inspirado en una danza española, cuya melodía se repite sin césar en un paulatino crescendo que termina en estruendoso éxtasis orquestal. También orquestó con acierto obras de otros compositores, como fue el caso de Cuadros de una exposición de Mussorgsky. Pero Ravel nos dejó también otras piezas interesantes además de su obra más popular:
  • Ma Mère l'Oye ("Mi madre la oca"). Originalmente compuesta para piano y más tarde orquestada.
  • Concierto para piano y orquesta en sol mayor. Espectacular su comienzo con un golpe de látigo y la vibrante utilización de melodías inspiradas en el jazz.

  • Ravel: Concierto para piano y orquesta en sol mayor (I. Allegramente)

  • Concierto para piano y orquesta para la mano izquierda.

Satie
El tercer impresionista que nos gustaría mencionar es Erik Satie (1866-1925), cuya obra más recomendable son las tres danzas conocidas como Gymnopédies (o Gimnopedias, literalmente "fiestas de chicos desnudos", festividades religiosas que solían celebrarse en la antigua Esparta). Se trata de tres breves piezas para piano que evocan un melancólico ambiente de sutil fragilidad. También de carácter lento y melancólico son sus Gnossienes (vocablo probablemente inventado por el propio Satie), otra colección de seis danzas para piano en la línea de las anteriores.


Satie: Gymnopédie nº 1


Stravinsky
La música rusa siguió dejando extraordinarios ejemplos de genialidad también en el siglo XX. El primero de ellos es uno de los compositores más relevantes e influyentes de toda la centuria: Igor Stravinsky (1882-1971). Pasó por diferentes estilos a lo largo de su extensa producción musical, desde el primitivismo, el neoclasicismo, hasta el dodecafonismo. Su obra maestra y probablemente la obra más revolucionaria de todo el siglo XX fue el ballet La consagración de la primavera, cuyo estreno en 1913 en París provocó tal convulsión entre los asistentes que incluso hubo disturbios en el propio teatro. Subtitulada por el propio Stravinsky como "Escenas de la Rusia pagana" describe los rituales paganos que celebran la llegada de la primavera, incluyendo el sacrificio de una doncella. Ritmos brutales, sonoridades extremas y disonancias provocadoras que evocan de manera magistral el primitivismo más salvaje.

Stravinsky: La consagración de la primavera (Danza de las adolescentes)

Otras obras excelentes de Stravinsky que debemos mencionar son:
  • Sus otros dos ballets más famosos, pertenecientes -como La consagración- a su periodo ruso: El pájaro de fuego y Petrushka.

  • Stravinsky: El pájaro de fuego (VI. Finale)

  • Sinfonía de los Salmos. Obra orquestal con coro correspondiente a su periodo neoclásico posterior y que está basada en textos de la Biblia vulgata en latín. Su movimiento final, Laudate Dominum, es sobrecogedor.

  • Stravinsky: Sinfonía de los Salmos (III. Laudate Dominum)

  • Sinfonía en Do. También de estilo neoclásico.

Shostakovich
El segundo ejemplo es el de Dmitri Shostakovich (1906-1975), otro prodigioso compositor ruso quien, al contrario que muchos de sus compatriotas músicos, permaneció leal al régimen soviético, a pesar de lo cual tuvo serios enfrentamientos con los altos mandatarios del Estado, siendo en varias ocasiones prohibidas sus obras. El sinfonismo recibió con Shostakovich un nuevo impulso tras la obra mahleriana, presentando su música una armonía en ocasiones disonante y de profundos contrastes sonoros. En la obra de Shostakovich nos parece escuchar, de forma un tanto ambivalente, tanto el celo y los ideales revolucionarios marxistas, como el espeluznante sonido del gulag. De sus quince sinfonías nos gustaría seleccionar como obras imprescindibles:
  • Sinfonía nº 1 en fa menor, op. 10.
  • Sinfonía nº 5 en re menor, op. 47.

  • Shostakovich: Sinfonía nº 5 en re menor, op. 47 (IV. Allegro non troppo)

  • Sinfonía nº 7 en do mayor, op. 60, "Leningrado".
  • Sinfonía nº 10 en mi menor, op. 93.

  • Shostakovich: Sinfonía nº 10 en mi menor, op. 93 (II. Allegro)

  • Sinfonía nº 15 en la mayor, op. 141.
También debemos mencionar su excelente Concierto para piano y orquesta nº 1 en do menor, op. 35, en el que la trompeta adquiere un protagonismo casi tan relevante como el del piano.

Shostakovich: Concierto para piano y orquesta nº 1 en do menor, op. 35 (I. Allegro moderato)


Elgar
La música británica también recibió un nuevo impulso entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, con dos compositores que están entre los más relevantes de la historia musical del país junto a Henry Purcell. Nos referimos a Sir Edward Elgar (1857-1934) y a Ralph Vaughan Williams (1872-1958). Del primero destacaríamos las siguientes obras:
  • Variaciones sobre un tema original "Enigma", op. 36.
  • Marchas de pompa y circunstancia, op. 39. Serie de cinco marchas orquestales, de las cuales la primera es, sin duda, la más popular. 


  • Elgar: Marcha de pompa y circunstancia nº 1

  • Sinfonía nº 1 en la bemol, op. 55.
  • Concierto para violín y orquesta en si menor, op. 61.

  • Elgar: Concierto para violín y orquesta en si menor (II. Andante)

Por su parte, del repertorio de Vaughan Williams, genuino representante de las melodías típicas del folklore inglés, nos quedamos con estas composiciones:
  • Concierto para oboe y orquesta en la menor.
  • Fantasía sobre Greensleeves. Breve pero bellísima pieza para orquesta de cuerdas inspirada en una canción folklórica inglesa.

  • Vaughan Williams: Fantasía sobre Greensleeves

  • Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis.
  • Obertura de la suite Las avispas. Música incidental basada en la comedia homónima de Aristófanes.
  • La ascensión de la alondra. Deliciosa pieza para violín y orquesta.

  • Vaughan Williams: La ascensión de la alondra

  • Sinfonía del mar (nº 1).
  • Sinfonía Londres (nº 2).

Schoenberg
Con la aparición de la denominada Segunda Escuela de Viena, liderada por Arnold Schoenberg (1874-1951), la música, en consonancia con las ideas estéticas expresionistas que llevaron en la pintura de la figuración a la abstracción por parte de artistas como Kandinsky, produjo un giro revolucionario al romper con la tonalidad clásica y adentrarse en una nueva música sin tonalidad o atonal. Era el origen del dodecafonismo, cuya idea principal es la de utilizar por igual -sin jerarquía alguna- las doce notas de la escala, frente a la música tonal en la que una nota (la tónica) es el centro gravitatorio de la composición. Dada la dificultad auditiva de las obras atonales, recomendaríamos particularmente dos que se encuentran entre las más asequibles:
  • Del propio Schoenberg: Noche transfigurada, op. 4. Obra para sexteto de cuerdas en el límite de la tonalidad.

  • Schoenberg: Noche transfigurada, op. 4 (II. Molto ralentando)

  • De Alban Berg, alumno de Schoenberg y miembro también de la Segunda Escuela de Viena: Concierto para violín y orquesta "a la memoria de un ángel".

  • Berg: Concierto para violín y orquesta "a la memoria de un ángel" (I. Andante-Allegretto)

Pärt
Como reacción a la atonalidad, en la década de los años setenta, se produjo por parte de ciertos artistas un retorno a la tonalidad con la utilización de melodías sencillas repetitivas de fuerte inspiración medieval o renacentista y con un alto sentido místico. Es el conocido como minimalismo sacro o minimalismo místico, uno de cuyos representantes más destacados es el estonio Arvo Pärt (1935-), cuyas obras más interesantes serían:

  • Cantus in memoriam Benjamin Britten. Breve y sencilla pieza para campana y orquesta de cuerdas de notable lirismo.

  • Pärt: Cantus in memoriam Benjamin Britten

  • Fratres. Colección de pequeñas piezas con variaciones para distintos instrumentos. 
  • Sinfonía nº 3.
  • Tabula rasa. Concierto en sólo dos movimientos para dos violines, piano y orquesta de cámara.

  • Pärt: Tabula rasa (I. Ludus)

Para finalizar este breve compendio de nuestra música preferida del siglo XX debemos mencionar también otras composiciones altamente recomendables:
  • Jean Sibelius (1865-1957): Finlandia, op. 26, Suite Karelia, op. 11, Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 43.

  • Sibelius: Finlandia, op. 26

  • Paul Dukas (1865-1935): El aprendiz de brujo.

  • Dukas: El aprendiz de brujo

  • Leos Janacek (1854-1928): Sinfonietta, Taras Bulba, Misa Glagolítica.
  • Gustav Holst (1874-1934): Los planetas, op. 32.

  • Holst: Los planetas, op. 32 (Júpiter, el portador de la alegría)

  • Carl Orff (1895-1982): Carmina Burana.

  • Orff: Carmina Burana (Fortuna imperatrix mundi - I. O Fortuna)

  • George Gershwin (1898-1937): Rhapsody in blue para piano y orquesta de jazz.
  • Aaron Copland (1900-1990): Primavera Apalache.
  • Aram Kachaturian (1903-1978): los ballets Espartaco Gayaneh

  • Kachaturian: Gayaneh (Acto III, Escena VII: Danza del sable)

  • Joaquín Rodrigo (1901-1999): Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta.

  • Rodrigo: Concierto de Aranjuez (II. Adagio)

  • Samuel Barber (1910-1981): Adagio para cuerdas.

  • Barber: Adagio para cuerdas

  • Olivier Messiaen (1908-1992): Sinfonía Turangalila.
  • György Ligeti (1923-2006): Lux aeterna, Atmospheres.

  • Ligeti: Lux aeterna

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